martes, 7 de febrero de 2017

Seis cuentos

                       

                 Gibran Kahlil Gibran - Líbano

                                    La que era sorda




Había una vez un hombre rico desposado con una joven sorda por completo.
Una mañana, mientras desayunaban, ella le dijo:
-Ayer visité el mercado y exhibían vestidos de seda de Damasco, velos de la India, collares de Persia y brazaletes de Yemén. Parece que las caravanas acaban de traer todo eso a nuestra ciudad. Y ahora mírame, yo en harapos, siendo la esposa de un hombre rico. Debo comprar alguno de esos hermosos objetos.
-Querida -contestó el esposo, aún ocupado con su café matinal- no existe razón alguna por la cual tú no vayas al mercado y compres todo lo que tu corazón desee.
-¡No! -protestó la esposa sorda-. Siempre dices no, no. ¿Es necesario que aparezca en harapos ante nuestros amigos, avergonzando así a tu fama y a mi gente?
-No he dicho que no -dijo el esposo-; puedes ir libremente a la plaza del mercado y comprar la vestimenta más hermosa y las joyas que hayan llegado a nuestra ciudad.
Pero otra vez la esposa equivocó la lectura de sus palabras y replicó:
-De todos los hombres ricos tú eres el más miserable. Me niegas toda belleza y hermosura mientras las otras mujeres de mi edad caminan por los jardines de la ciudad ataviadas con ricos vestidos. -Y comenzó a llorar. Y mientras sus lágrimas caían sobre su pecho gritó otra vez: -Tú siempre me dices no, no, cuando deseo un vestido o una joya.
Entonces el esposo, conmovido, se levantó, y sacando de su bolsa un puñado de oro, se lo entregó y con dulzura le dijo:
-Ve al mercado, querida mía, y compra todo lo que desees.
Desde ese día la joven y sorda esposa cada vez que deseaba algo aparecía ante su esposo con una perlada lágrima en los ojos, y él en silencio tomaba un puñado de oro y lo ponía sobre sus faldas.
Pero ocurrió que la joven se enamoró de un joven cuyo hábito era realizar largos viajes. Y cuando él partía ella se sentaba a llorar.
Cuando el esposo la hallaba llorando decía en su corazón: “Debe haber llegado una nueva caravana con prendas de seda y joyas raras”.
Y sacaba otro puñado de oro y se lo entregaba.
                                                                           
                                                                                  FIN


Aquel viejo, viejo vino


Hubo una vez un hombre rico muy orgulloso de su bodega y del vino que allí había; y también había una vasija con vino añejo guardada para alguna ocasión sólo conocida por él.
El gobernador del estado llegó a visitarlo, y aquél, luego de pensar, se dijo: “Esa vasija no se abrirá por un simple gobernador”.
Y un obispo de la diócesis lo visitó, pero él dijo para sí: “No, no destaparé la vasija. Él no apreciará su valor, ni el aroma regodeará su olfato”.
El príncipe del reino llegó y almorzó con él. Mas éste pensó: “Mi vino es demasiado majestuoso para un simple príncipe”.
Y aún el día en que su propio sobrino se desposara, se dijo: “No, esa vasija no debe ser traída para estos invitados”.
Y los años pasaron, y él murió siendo ya viejo, y fue enterrado como cualquier semilla o bellota.
El día después de su entierro tanto la antigua vasija de vino como las otras fueron repartidas entre los habitantes del vecindario. Y ninguno notó su antigüedad.
Para ellos, todo lo que se vierte en una copa es solamente vino.

FIN



Ayer, hoy y mañana


Dije a mi amigo:
-Tú la ves descansando sobre el brazo de aquel hombre. Sólo que ayer descansaba así sobre el mío.
Y mi amigo dijo:
-Y mañana se posará sobre el mío.
Dije:
-Mírala sentada junto a él. Fue sólo ayer que se sentaba junto a mí.
Y él respondió:
-Mañana se sentará a mi lado.
Dije:
-Observa, bebe vino de su copa y ayer bebía de la mía.
Y él agregó:
-Mañana lo hará de mi copa.
Entonces dije:
-Mira cómo lo contempla con amor y con ojos entregados. Ayer mismo me contemplaba así.
Y mi amigo dijo:
-Mañana me contemplará a mí.
Pregunté:
-¿No la oyes murmurar canciones de amor en sus oídos? Las mismas canciones de amor que murmuraba en los míos.
Y mi amigo contestó:
-Y mañana las susurrará en los míos.
Y dije:
-Pero mira. Está abrazándolo. No fue sino ayer que me abrazaba a mí.
Y mi amigo dijo:
-Me abrazará a mí mañana.
Entonces agregué:
-¡Qué mujer extraña!
Mas él me respondió:
-Ella es como la vida, poseída por todos los hombres; y como la muerte, conquista a todos los hombres; y como la eternidad, envuelve a todos los hombres.
FIN



Cuerpo y alma


Un hombre y una mujer se sentaron junto a una ventana abierta a la primavera. Se sentaron uno junto al otro. Y la mujer dijo:
-Te amo. Eres bello y rico, y estás siempre bien ataviado.
Y el hombre dijo:
-Te amo. Eres un bello pensamiento, algo demasiado etéreo para sostenerlo en la mano, y una canción en mis sueños.
Mas, la mujer se levantó con furia y replicó:
-Señor, por favor déjame ya. No soy un pensamiento ni una cosa que pasa por tus sueños. Soy una mujer. Preferiría que me desearas como esposa y madre de niños no nacidos aún.
Y se separaron.
Y el hombre hablaba en su corazón: “He aquí otro sueño que se convierte en humo”.
Y la mujer decía: “Bien. ¿Y qué decir de un hombre que se convierte en humo y sueños?”

FIN

 Dos seres iguales


Cierto día, el profeta Sharía encontró una niña en un jardín. Y la niña dijo:
-Buen día tengas, Señor.
Y el profeta respondió:
-Buen día para ti, Señora -y después de un instante agregó-: Veo que estás sola.
Entonces la criatura dijo, riendo encantada:
-Me llevó mucho tiempo perder a mi aya. Ella piensa que estoy detrás de aquel cerco. Pero, ¿no ves que estoy aquí?
Después miró hacia el profeta y habló nuevamente:
-Tú también estás solo. ¿Qué hiciste con tu aya?
-Mi caso es diferente -respondió el profeta-. En verdad, no puedo perderla con frecuencia. Pero hoy, cuando vine a este jardín, ella me estaba buscando detrás de aquel cerco.
La niña, batiendo palmas gritó:
-¡Entonces eres como yo! ¿No es bueno estar perdido?
Y después preguntó:
-¿Quién eres tú?
-Me llaman el profeta Sharía. ¿Y, dime, quién eres tú? -respondió el hombre.
-Soy solamente yo -dijo la niña- y mi aya me está buscando sin saber que estoy aquí..
Entonces el profeta miró hacia el espacio y dijo:
-Yo también huí de mi aya por un instante. Pero ella me encontrará.
-Sé que mi aya también me encontrará -dijo la niña.
Y en aquel momento se oyó la voz de una mujer llamando por su nombre a la niña.
-¿Ves? -dijo la criatura-, te dije que ella me encontraría.
Y en ese mismo instante, otra voz se oyó decir: “¿Dónde estás, Sharía?”
Y el profeta dijo:
-Ves, hija mía, me han encontrado también a mí.
Y mirando hacia lo alto, Sharía respondió:
-Heme aquí.                                                          FIN
                                                               
                                        Los dos ángeles

Una tarde dos ángeles se encontraron ante la puerta de una ciudad, se saludaron y conversaron.
-¿Qué estás haciendo en estos días y qué trabajo te ha sido asignado? -preguntó un ángel.
-Me ha sido encomendada la custodia de un hombre caído en el pecado -respondió el otro-, que vive abajo en el valle, un gran pecador, el más depravado. Te aseguro que es una importante misión y un arduo trabajo.
-Esa misión es fácil -dijo el primer ángel-. He conocido muchos pecadores y he sido guardián numerosas veces. Mas, ahora me ha sido asignado un buen hombre que habita al otro lado de la ciudad. Y te aseguro que es un trabajo excesivamente difícil y demasiado sutil.
-Eso no es más que presunción -dijo el otro ángel-. ¿Cómo puede ser que custodiar a un santo sea más difícil que custodiar a un pecador?
-¡Qué impertinente llamarme presuntuoso! -respondió el primero-. He afirmado sólo la verdad. ¡Creo que tú eres el presuntuoso!
De ahí en más los ángeles riñeron y pelearon, al principio de palabra y luego con puños y alas.
Mientras peleaban apareció un arcángel. Los detuvo y preguntó:
-¿Por qué pelean? ¿De qué se trata? ¿Acaso no saben que es impropio que los ángeles de la guarda se peleen frente a las puertas de la ciudad? Díganme: ¿por qué el desacuerdo?
Ambos hablaron al unísono, cada uno arguyendo que su trabajo era el más difícil y que les correspondía el premio mayor.
El arcángel sacudió la cabeza y meditó.
-Amigos míos -les dijo-, no puedo dilucidar ahora cuál de ustedes es el más merecedor de honor y recompensa. Pero, desde que se me ha dado poder, y en bien de la paz y del buen custodiar, doy a cada uno de ustedes el trabajo del otro, ya que insisten en que la ocupación del otro es la más fácil. Ahora márchense lejos de aquí y sean felices en sus oficios.
Los ángeles, así ordenados, tomaron sus respectivos caminos. Pero cada uno volvía la cabeza mirando con gran enojo al arcángel. Y en sus corazones decían: “Oh, estos arcángeles! ¡Cada día vuelven la vida más y más difícil para nosotros los ángeles!”
Pero el arcángel se detuvo y una vez más se puso a meditar. Y dijo en su corazón: “Debemos, en verdad, ser cautelosos y montar guardia sobre nuestros ángeles de la guarda”.

FIN




Gibran Kahlil Gibran fue un poeta, pintor, novelista y ensayista libanés nacido en Bisharri, Líbano, el 6 de enero de 1883 y fallecido el 10 de abril de 1931. Gibran Kahlil también es conocido como el poeta del exilio. Gozó de fama internacional, autor de "El profeta" y "El loco". .

No hay comentarios:

Publicar un comentario