domingo, 23 de octubre de 2016

Encuentro clandestino




                                              Ana María Shua - Argentina


Encuentro clandestino (minicuentos)

Es un bar o quizás un restorán. Algunas mesas tienen manteles blancos con servilletas en forma de acordeón, otras están desnudas.
Quiero un tostado de queso.
De jamón y queso, como todos me corrige él.
A pesar de su cabeza de camello estoy segura de que hemos sido amantes. Me gustan los ojos profundos y tristes. En cambio el pelo corto y áspero, amarillento, me confunde un poco.
No insisto, con imprudencia. De queso solo.
Él sacude sus belfos, indignado, acalorado.
Debería regresar al desierto me dice de mal humor.
Entonces me pongo a llorar porque sé que todo ha terminado, que no volveremos a vernos hasta el próximo oasis, un poco por culpa de mí terquedad y otro poco porque la vida nos separa.

El niño terco

En un apartado de su obra dedicado a las leyendas infantiles, los
 hermanos Grimm refieren un cuento popular alemán que la sensibilidad de la época consideraba particularmente adecuado para los niños. Un niño terco fue castigado por el Señor con la enfermedad y la muerte. Pero ni aun así logró enmendarse. Su bracito pálido, con la mano como una flor abierta, insistía en asomar fuera de la tumba. Sólo cuando su madre le dio una buena tunda con una vara de avellano, el bracito se retiró otra vez bajo tierra y fue la prueba de que el niño había alcanzado la paz.
Los que hemos pasado por ese cementerio, sabemos, sin embargo, que se sigue asomando cuando cree que nadie lo ve. Ahora es el brazo recio y peludo de un hombre adulto, con los dedos agrietados y las uñas sucias de tierra por el trabajo de abrirse paso hacia abajo y hacia arriba. A veces hace gestos obscenos, curiosamente modernos, que los filólogos consideran dirigidos a los hermanos Grimm.

En un circo pobre cada artista tiene que cumplir varias funciones. Si nos fijamos bien, sin dejarnos engañar por el cambio de traje y maquillaje, veremos que muchos tratan de aprovechar sus habilidades en varias suertes. Por ejemplo, la equilibrista es la écuyère, los acróbatas son contorsionistas, el director del circo es el boletero y también el mago (ante el público, ante los acreedores). Algunos son más difíciles de descubrir, porque eligen papeles muy distintos entre sí, como la trapecista que hace de mono amaestrado (o al revés), los elefantes que trabajan de acomodadores, los payasos convertidos en aro de fuego. Pero la prueba más difícil es la del domador, que es también el tigre, cuando tiene que meter la cabeza adentro de su propia boca.


¡Arriad el  Foque!


¡Arriad el foque!, ordena el capitán. ¡Arriad el foque!, repite el segundo. ¡Orzad a estribor!, grita el capitán. ¡Orzad a estribor!, repite el segundo. ¡Cuidado con el bauprés!, grita el capitán. ¡El bauprés!, repite el segundo. ¡Abatid el palo de mesana!, grita el capitán. ¡El palo de mesana!, repite el segundo. Entretanto la tormenta arrecia y los marineros corremos de un lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique sin remedio.


 Programa de entretenimientos

Es un programa de juegos por la tele. Los niños se ponen zapatillas de la marca que auspicia el programa. Cada madre debe reconocer a su hijo mirando solamente las piernitas a través de una ventana en el decorado. El país es pobre, los premios son importantes. Los participantes se ponen de acuerdo para ganar siempre. Si alguna madre se equivoca, no lo dice. Después, cada una se lleva al hijo que eligió, aunque no sea el mismo que traía al llegar. Es necesario mantener la farsa largamente porque la empresa controla con visitadoras sociales los hogares de los concursantes. Hay hijos que salen perdiendo, pero a otros el cambio les conviene. También se dice que algunas madres hacen trampa, que se equivocan adrede.


Ana María Shua,Exitosa escritora argentina, comenzó a escribir a los 16 años, lleva publicados 48 libros, entre novelas cuentos y minicuentos. Nació en Buenos Aires el 22 de abril de 1951.

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