Walt Whitman- Estados Unidos |
"Creo que una brizna de hierba no es inferior a la jornada de los astros
y que la hormiga no es menos perfecta ni lo es un grano de arena... y que el escuerzo es una obra de arte para los gustos más exigentes... y que la articulación más pequeña de mi mano es un escarnio para todas las máquinas. Quédate conmigo este día y esta noche y poseerás el origen de todos los poemas. Creo en ti alma mía, el otro que soy no debe humillarse ante ti ni tú debes humillarte ante el otro. Retoza conmigo sobre la hierba, quita el freno de tu garganta. (...) Creo que podría retornar y vivir con los animales, son tan plácidos y autónomos. Me detengo y los observo largamente. Ellos no se impacientan, ni se lamentan de su situación. No lloran sus pecados en la oscuridad del cuarto. No me fastidian con sus discusiones sobre sus deberes hacia Dios. Ninguno está descontento. Ninguno padece la manía de poseer objetos. Ninguno se arrodilla ante otro ni ante los antepasados que vivieron hace milenios. Ninguno es respetable o desdichado en toda la faz de la tierra. Así me muestran su relación conmigo y yo la acepto. (...) No pregunto quién eres, eso carece de importancia para mí. No puedes hacer ni ser más que aquello que yo te inculco. "
Y tú, mar... También a ti me entrego. Adivino lo que quieres decirme,
Desde la playa veo tus dedos que me invitan, Y pienso que no quieres marcharte sin haberme besado. Debemos estar un rato juntos: me desnudo y me llevas muy lejos de la costa, Arrúllame y durmiendo al vaivén de tus olas, Salpícame de espuma enamorada, que yo sabré pagarte. Mar violento, tenaz y embravecido, Mar de respiros profundos y revueltos, Mar de la sal de la vida, de sepulcros dispuestos aunque no estén cavados, Rugiente mar que, a capricho, generas tempestades o calmas, También soy como tú: con uno y muchos rostros Partícipe del flujo y del reflujo, cantor soy de los odios y de la dulce paz, Cantor de los amantes que duermen abrazados También doy testimonio del amor a mis prójimos: ¿Haré sólo inventario de todos mis objetos olvidando la casa que los tiene y cobija? No soy sólo el poeta de la bondad, acepto también serlo de lo inicuo y lo malvado, ¿Qué son esos discursos que nos cuentan de vicios y virtudes? El mal me sugestiona, y lo mismo la reforma del mal, mas sigo imperturbable. ¿Soy un inquisidor, un hombre que desprecia cuanto encuentra a su paso? No soy más que aquel hombre que riega las raíces de todo lo que crece. ¿Te temes que la terca preñez sólo engendre tumores? ¿Pensabas que las leyes que rigen a los astros admiten ser cambiadas? Encuentro el equilibrio en un lado lo mismo que en su opuesto. Las doctrinas flexibles nos ayudan lo mismo que ayudan las más firmes, Las ideas y acciones del presente nos despiertan y mueven, Ningún tiempo es más bueno para mí que este ahora que me viene a lo largo de millones de siglos. No hay nada de asombroso en las acciones buenas de antes o de ahora, Lo asombroso es que siempre existan los malvados o los hombres sin fe. Se borran el pasado y el presente, pues ya los he colmado y vaciado, Ahora me dispongo a cumplir mi papel en el futuro. Tú, que me escuchas allá arriba: ¿Qué tienes que decirme? Mírame de frente mientras siento el olor de la tarde, (Háblame con franqueza, no te oyen y sólo estaré contigo unos momentos.)
¿Que yo me contradigo?
Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué? (Yo soy inmenso, contengo multitudes.) Me dirijo a quienes tengo cerca y aguardo en el umbral: ¿Quién ha acabado su trabajo del día? ¿Quién terminó su cena? ¿Quién desea venirse a caminar conmigo? Os vais a hablar después que me haya ido, cuando ya sea muy tarde para todo?
Ya he dicho que el alma no vale más que el cuerpo,
Y he dicho que el cuerpo no vale más que el alma, Y que nada, ni Dios, es más grande para uno que uno mismo, Que aquel que camina sin amor una legua siquiera, camina amortajado hacia su propio funeral, Que tú o yo, sin tener un centavo, podemos adquirir lo mejor de este mundo, Que el mirar de unos ojos o el guisante en su vaina confunden el saber que los tiempos alcanzan, Que no hay oficio ni profesión tan bajos que el joven que los siga no pueda ser un héroe, Que el objeto más frágil puede servir de eje a todo el universo, Y digo al hombre o mujer que me escucha: "Que se eleve tu alma tranquila y sosegada ante un millón de mundos." Y digo a la humanidad: "No te inquietes por Dios, Porque yo, que todo lo interrogo, no dirijo mis preguntas a Dios, (No hay palabras capaces de expresar mi postura tranquila ante Dios y la muerte.) Escucho y veo a Dios en cada cosa, pero no le comprendo, Ni entiendo que haya nada en el mundo que supere a mi yo. ¿Por qué he de desear ver a Dios mejor de lo que ahora le veo? Veo algo de Dios cada una de las horas del día, y cada minuto que contiene esas horas, En el rostro de los hombres y mujeres, en mi rostro que refleja el espejo, veo a Dios, Encuentro cartas de Dios por las calles, todas ellas firmadas con su nombre, Y las dejo en su sitio, pues sé que donde vaya
Llegarán otras cartas con igual prontitud.
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No te detengas
No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños. No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que es casi un deber. No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario. No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo. Pase lo que pase nuestra esencia está intacta. Somos seres llenos de pasión. La vida es desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa: Tu puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre. No caigas en el peor de los errores: el silencio. La mayoría vive en un silencio espantoso. No te resignes. Huye. "Emito mis alaridos por los techos de este mundo", dice el poeta. Valora la belleza de las cosas simples. Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas, pero no podemos remar en contra de nosotros mismos. Eso transforma la vida en un infierno. Disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante. Vívela intensamente, sin mediocridad. Piensa que en ti está el futuro y encara la tarea con orgullo y sin miedo. Aprende de quienes puedan enseñarte. Las experiencias de quienes nos precedieron de nuestros "poetas muertos", te ayudan a caminar por la vida La sociedad de hoy somos nosotros: Los "poetas vivos". No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas ...
Canto a mi mismo
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Ahora os descubriré una batalla naval de tiempos lejanos
Os diré quién fue el vencedor bajo la luz impasible de la luna. No es una fábula. Mi bisabuelo materno, el marino, me la refirió muchas veces. Nuestro enemigo no se dormía en su fragata (me decía). Era un enemigo de coraje. Ingleses duros y aguerridos como no he visto nunca ni pienso ver jamás. Al caer la tarde comenzaron a batirnos. Los abordamos. Se enredaban las jarcias y se tocaban casi las bocas de los cañones. El capitán trincaba firme, con sus propias manos, como cualquier marinero Algunos disparos nos barrenaron bajo la línea de flotación. Dos grandes cañones de nuestra batería de cubierta estallaron al romper el fuego, y hechos pedazos volaron sobre nuestra cabeza los que estaban al lado. Luchamos durante el crepúsculo Y luego en la sombra cerrada. A las diez, surgió llena la luna. Su luz nos advirtió que las vías de agua crecían y que se inundaba el barco. |
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Walt Whitman , (1819 - Camden, id., 1892), fue el primer poeta que experimentó las posibilidades del verso libre, sirviéndose para ello de un lenguaje sencillo y cercano a la prosa, a la vez que creaba una nueva mitología para la joven nación estadounidense.
Poeta, hijo de madre Holandesa y padre británico, con escasos recursos económicos, pasó sólo ocasionalmente por la escuela y pronto tuvo que empezar a trabajar,
La primera edición de su gran obra, sin embargo, no vio la luz hasta 1855. Esta primera edición de Hojas de hierba (Leaves of grass) (habría otras ocho en vida del poeta) constaba de doce poemas, todos ellos sin título, y fue el propio Whitman quien se encargó de editarla y de llevarla a la imprenta. De los mil ejemplares de la tirada, Whitman vendió pocos y regaló la mayoría.
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