Charles Bukowski- Alemania
Margie iba a salir con este
tío pero cuando salían el tío se encontró con otro tío vestido con un abrigo de
cuero y el tío del abrigo de cuero abrió el abrigo de cuero y le enseñó al otro
tío sus tetas y el otro tío se dirigió a Margie y le dijo que no podía mantener
su cita porque el tío del abrigo de cuero le había enseñado las tetas y tenía
que ir a follarse a ese tío. Así que Margie se fue a ver a Carl. Carl estaba en
su casa, y Margie se sentó y le dijo:
-Este tío iba a llevarme a
la terraza de un café, íbamos a beber algo de vino y a hablar, sólo beber vino
y hablar, nada más, pero en en camino este tío se encontró a otro tío con un
abrigo de cuero, y el tío del abrigo de cuero le enseñó sus tetas al otro tío y
ahora este tío se ha ido a follar con el tío del abrigo de cuero, así que me
quedé sin mesa, sin vino y sin charla.
-No puedo escribir nada
-dijo Carl-. He perdido la inspiración.
Entonces se levantó y se fue
al baño, cerró la puerta, y se puso a cagar. Carl echaba cuatro o cinco cagadas
al día. No tenía otra cosa que hacer. Se bañaba cuatro o cinco veces al día. No
tenía otra cosa que hacer. Se emborrachaba por la misma razón.
Margie oyó el ruido de la
cadena del retrete. Carl salió.
-Ocurre simplemente que un
hombre no puede escribir ocho horas al día. Ni siquiera puede escribir todos
los días, ni todas las semanas. Agota su mente, es una desesperación fija.
Ahora no puedo hacer otra cosa que esperar.
Carl se fue hacia el
frigorífico y salió con un paquete de seis cervezas. Abrió un botellín.
-Soy el escritor más grande
del mundo -dijo-. ¿Sabes lo difícil que resulta?
Margie no contestó.
-Puedo sentir cómo el dolor
se arrastra por todo mi ser. Igual que una segunda piel. Me gustaría poder
cambiar de piel como las serpientes.
-Bueno, por qué no te revuelcas
en la alfombra y tratas de desprendértela?
-Escucha -preguntó él-.
¿Dónde te conocí?
-En la tienda de legumbres
de Barney.
-Bueno, eso lo explica un
poco. Tómate una cerveza.
Carl abrió una botella y se
la pasó.
-Ya -dijo Margie-, ya sé.
Necesitas tu soledad. Necesitas estar solo. Excepto cuando necesitas algo,
excepto cuando cortamos de una vez y entonces te sientes perdido y en seguida
te pones a llamar por teléfono diciéndome que me necesitas, que te estás
muriendo de la resaca. Eres débil y te rajas rápido.
-Sí, me debilito rápido.
-Y eres tan estúpido
conmigo, nunca te pones caliente. Vosotros los escritores sois tan...
delicados... No podéis soportar a la gente. La humanidad hiede, ¿cierto?
-Cierto.
-Pero cada vez que cortamos
empiezas a dar fiestas gigantescas de cuatro días. Y de repente te vuelves
ingenioso. ¡Empiezas a hablar! De repente estás lleno de vida, hablando,
bailando, cantando. Bailas en la mesita de café, lanzas botellas por la
ventana, interpretas fragmentos de Shakespeare. De repente estás vivo, cuando
yo me voy. ¡Oh, me han contado cosas acerca de esto!
-No me gustan las fiestas.
Me disgusta especialmente la gente en las fiestas.
-Pues para ser un tío al que
no le gustan las fiestas, celebras unas cuantas.
-Escucha, Margie, no
entiendes. Ya no puedo escribir. Estoy acabado. En algún lugar torcí el rumbo.
En algún lugar morí en medio de la noche.
-De la única manera en que
te vas a morir es de una de tus monumentales resacas.
-Jeffers dijo que incluso
los hombre más fuertes pueden quedar atrapados.
-¿Quién fue Jeffers?
-Fue el tío que convirtió el
Gran Sur en una trampa para turistas.
-¿Qué vas a hacer esta
noche?
-Iba a irme a escuchar las
canciones de Rachmaminoff.
-¿Quién es ese?
-Un ruso muerto.
-Mírate. Te quedas ahí
sentado como un idiota.
-Estoy esperando. Algunos
tíos aguardan dos años. A veces la inspiración no vuelve nunca.
-Supón que no te vuelve
nunca.
-Entonces me pondría mis
zapatos y bajaría andando por Main Street.
-¿Por qué no te buscas un
trabajo decente?
-No hay ningún trabajo
decente. Si un escritor abandona la creación, está muerto.
-¡Oh, vamos, Carl! Hay
millones de personas en el mundo que no trabajan en la creación. Quieres decir
que están muertas?
-Sí.
-¿Y tú tienes alma? ¿Eres de
los pocos con alma?
-Podría decirse que sí.
-¡Podría decirse que sí! Tú
y tu miserable maquinita de escribir! Tú y tus cheques enanos! Mi abuela gana
más dinero que tú!
Carl abrió otra botella de
cerveza.
-¡Cerveza! ¡Cerveza! ¡Tú y
tu condenada cerveza! Está presente incluso en tus historias: < Marty cogió
su cerveza. Al levantar su mirada, vio a una magnífica rubia entrar en el bar y
sentarse a su lado... > Tienes razón. Estás acabado. Tu material es
limitado, muy limitado. No puedes escribir una historia de amor, ni siquiera
puedes escribir una decente historia de amor.
-Tienes razón, Margie.
-Si un hombre no puede
escribir una historia de amor, es un inútil.
-¿Cuántas has escrito tú?
-Yo no pretendo ser
escritora.
-Pero -dijo Carl-, pareces
tomar una pose de estúpido crítico literario.
Margie se fue pronto después
de eso. Carl se sentó y bebió el resto de las cervezas. Era verdad, la
literatura le había abandonado. Esto haría felices a sus enemigos de las
catacumbas. Podrían subir un jodido escalón. La muerte les complacía, tanto a
subterráneos como a escritores con éxito. Recordaba a Endicott, sentado allí y
diciendo: <Bueno, Hemingway se fue, Dos Passos se fue, Patchen se fue, Pound
se fue, Berryman se tiró desde un puente, todos muertos... Las cosas cada vez
están mejor y mejor y mejor >.
Sonó el teléfono. Carl lo
cogió.
-¿Señor Gantling?
-¿Sí? -contestó.
-Quisiéramos saber si a
usted le gustaría venir a dar una lectura en el Fairmont College.
-Bueno, sí. ¿Para qué fecha?
-El treinta del mes próximo.
-No creo tener nada que
hacer para entonces.
-Nuestra paga usual son cien
dólares.
-Me suelen dar ciento
cincuenta. Ginsberg cobra mil.
-Pero es Ginsberg. Sólo
podemos ofrecerle cien dólares.
-De acuerdo.
-Muy bien, señor Gantling.
Le mandaremos los detalles.
-¿Qué me dice del viaje? Son
varias horas de carretera.
-De acuerdo, veinticinco
dólares por el viaje.
-O.K.
-¿Le gustaría hablar a los
estudiantes en sus clases?
-No.
-Hay un almuerzo gratis.
-Entonces sí.
-Muy bien señor Gantling,
estaremos por el campus esperándole.
-Adiós.
Carl dio una vueltas por la
habitación. Miró la máquina de escribir. Puso una cuartilla de papel en el
rodillo, se asomó a la ventana y vio pasar a una chica con una minifalda
increíblemente corta. Empezó a escribir.
<Margie iba a salir con
este tío pero en el camino este tío se encontró con otro tío vestido con un
abrigo de cuero y el tío del abrigo de cuero abrió el abrigo de cuero y le
enseñó al otro tío sus tetas y el otro tío se dirigió a Margie y le dijo que no
podía mantener su cita porque el tío del abrigo de cuero le había enseñado sus
tetas...>
Carl cogió su cerveza. Era
agradable volver a escribir de nuevo.
Charles Bukowski, bautizado como Heinrich Karl Bukowski fue un escritor y poeta estadounidense nacido en Alemania. Erróneamente asociado con los escritores de la Generación Beat, debido a sus similitudes de estilo y actitud. Fue un autor prolífico, escribió más de cincuenta libros, incontables relatos cortos y multitud de poemas. A menudo es mencionado como influencia de autores contemporáneos y su estilo es frecuentemente imitado. Fue un personaje extremadamente excéntrico y arrebatado. Murió de leucemia en 1994, a la edad de 73 años. Hoy en día es considerado uno de los escritores más influyentes y símbolo del "realismo sucio" y la literatura independiente. La obra de Charles Bukowski recibió tantas críticas negativas como positivas. Se le acusó de practicar un estilo soez como mero exhibicionismo literario y de reiterar sus obsesiones de modo efectista. Otros críticos, en cambio, realzaron su autenticidad y su condición de escritor maldito.
(16 de agosto de 1920, Andernach,- Alemania 9 de marzo de 1994,San Pedro, California, Estados Unidos)
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